LIBROS DE CINE (1): CIUDADANO WELLES (THIS IS ORSON WELLES): ORSON WELLES, PETER BOGDANOVICH (2)
LIBROS DE CINECIUDADANO WELLES (2)
por Rodrigo Buedieman
Ciudadano Welles
Orson Welles, Peter Bogdanovich
Editorial Grijalbo, 552 páginas
La charla que mantienen Welles y Bogdanovich durante el capítulo 4 del libro transcurre en la casa Peter, ubicada en Van Nuys, Los Angeles.
Chaplin, Garbo, W.C.Fields, Capra, Fellini, Godard, Mizoguchi, De Sica, Cagney, Eisenstein, Dreyer, De Mille, Von Sternberg, Flaherty; son algunos de temas que Bogdanovich se hace insistente y Welles se rehúsa a contestar. La obstinación de Peter vence a Orson, y por momentos brilla su lucidez. La claridad con que define a Federico Fellini es admirable: “Fellini es esencialmente un chico de pequeña ciudad que realmente nunca estuvo en Roma. Y sigue soñando en hacerlo. Y todos tenemos que estarle agradecido por ese sueño”. En unas pocas palabras resume el arco que va desde Los Inútiles (I vitelloni, 1953) hasta Roma (1972), a través de La dolce vita (1960) y 8½ (1963).
Cuando Bogdanovich afirma cierto paralelismo entre su obra y la de Von Stroheim (director que al igual que Welles ha sufrido infinidad de infortunios a lo largo de su carrera), Welles no puede evitar sentir cierta incomodidad y enojo:
“De él se supone que fue “irresponsable”, “caprichoso”, “autodestructivo”…, palabras todas ellas que nos suenan familiares ¿no es así? Se repitieron en aquel libro sobre mi (The Films of Orson Welles, por Charles Higham) que me costó, como bien debes recordar, la financiación de una película”.
Entonces, Orson hace una sugerencia:
“Por eso quiero que en un tu libro te detengas aquí, precisamente, e intercales esa carta…”.
Lo siguiente es la carta a la que hace mención Orson Welles que mandó a Nueva york a Peter Bogdanovich, dos meses antes de ésta conversación en Los Angeles. En ella detalla los pormenores del corte de la RKO a su película Soberbia y de su viaje a América del Sur para filmar el Carnaval de Río de Janeiro, su dificultad para financiar The Other side of the Wind, y sus deseos futuros:
Querido Peter:
Pienso que ya te habrás encontrado con Dick Wilson. Si pasas algún tiempo con él, como espero que harás, encontrarás que es una persona de gran valía. No solamente fue mi mano derecha durante todos aquellos años sino que en América del Sur se ganó el título de productor ejecutivo. Verás que es de mente abierta y noble y todo lo contrario a esos hombres que dicen a todo que sí.
Confía en él. En un minuto te diré a que viene todo este asunto.
Vuelvo al mundo de la pantalla… ¿Por qué?, para buscar algún papel de actor, por eso. ¿Y qué ha sido de mi película?, me preguntarás. Bien, permíteme que te diga (como he tenido que repetirlo con tanta frecuencia durante todos estos años) que ha habido un retraso temporal debido a la falta de fondos.
Te escribo esto para suplicarte que pongas el mayor cuidado en la investigación. No tengo nada para reprocharte en este terreno, pero en lo que respecta a América del Sur, existen razones nuevas y apremiantes para que la búsqueda de los hechos sea lo más exhaustiva posible por tu parte.
Hablarás con los testigos del caso, debes presionar sobre ellos y tratar de conseguir todos los testimonios que puedas.
No he comprado el libro de Higham, pero el otro día pude hojear gratuitamente algunas páginas en Brentano. Eso es lo más lejos que voy a ir, pero no creo que el devorar el resto le haga ningún bien a mi hígado… Él cree que yo odio terminar mis películas porque equiparo su final con la muerte. Debo pensar que se habrá dado cuenta de que terminar un trabajo no es, realmente, hacerlo por completo –lo que no sería suicidio sino asesinato. Si pone en orden sus hechos comprenderá quien ha sido el culpable de ello. Supongo que esa es la razón por la que rehusó aceptar mi oferta de inspeccionar su material, solo para determinar la pura falta de exactitud en los hechos. Le hubiera robado la fuente de algunas de sus teorías bastante maduras. Por otra parte, tal vez hubiera servido para librarme del anzuelo que ya empieza a dolerme al cabo de unos veinticinco años de estar enganchado en él. En lo que respecta a Dick, hay algo de cabezonería, casi de testarudez de mula, en su consideración de los hechos. Y él los tiene -todos ellos- por escrito. Puede resultar aburrido, pero te ruego que eches una mirada larga, fría e imparcial a toda esa documentación.
Consigue la verdad sobre It´s All True y escríbela exactamente como la encontraste.
El episodio de América del Sur es el desastre clave en mi historia, así que querrás verlo aclarado. Por mi parte yo necesito que se ponga en claro… como simple cuestión de supervivencia. De nuevo esto es urgente para mí, una vez más la leyenda nacida de este asunto me ha hecho perder la oportunidad de hacer una película.
He mencionado cómo se secó aquella amable corriente de dinero en el Medio Oeste. El señor Higham parece haberlo conjurado todo. Una cita aparecida en la sección de crítica, en Newsweek, extendió lo más lamentables rumores por todas partes. Una vez más yo soy el hombre que “irresponsablemente” lo deja todo para divertirse en el carnaval de Río y, tras haber comenzado una escena allí, se niega caprichosamente a terminarla. No vale la pena tratar de explicar que no me desplacé a Suramérica simplemente por el placer de pasarlo bien…
No conozco nada más divertido que hacer una película y el mejor momento es que el tenemos en la sala de montaje cuando las tomas ya han terminado… ¿Cómo puede pensar nadie que yo me negué esa gran alegría con Soberbia?. Ya entonces tuve la sensación, como la siento ahora, de que podría haber sido una película bastante mejor que Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941). ¿Cómo puede creer nadie seriamente que yo mismo iba a comprometer algo que amo tanto por el dudoso proyecto de rodar un documental sobre el Carnaval de Río? Jesús! Si ni siquiera me gustan los carnavales, que yo asocio con sus trajes ridículos, que me aburren mortalmente, y que asocio a las banalidades turísticas del Mardi Gras de Nueva Orleans. ¿Sabes por qué estuve en Río? Lo hice porque Jock (John Hay Whitney) y Nelson (Rockefeller) me expusieron, en términos muy firmes, que mi presencia allí significaba una necesaria contribución a los asuntos inter-americanos. Hoy día eso suena increíblemente estúpido, pero en el primer año de nuestra entrada en la guerra la defensa de este hemisferio parecía de crucial importancia. Se me dijo que el valor del proyecto no radicaba en el filme en sí, sino en el hecho de hacerlo. Se insistió en que mi contribución como una especie de embajador extraordinario tendría auténtico significado. Por supuesto. Tuve mis dudas sobre ello pero el propio Roosevelt en persona ayudó a convencerme de que no tenía otra alternativa.
¿Por qué, sino, iba a aceptar hacer un filme sin cobrar salario alguno? Todo el apetito que yo pudiera sentir por la vida alegre y divertida podría haber quedado satisfecho con algunos vuelos de fin de semana a Nueva York. Hubiera preferido oír las campanadas de medianoche en Billingsley Cub Room y en Dickie Wells de Harlem. Además, ya estaba recibiendo en la moviola todas las emociones que necesitaba. Los ficheros de Dick te mostrarán que solo accedí a aceptar la juerga brasileña con la firme garantía de que las moviolas y el filme me seguirían inmediatamente. ¿Qué ocurrió en vez de eso? El filme no llegó nunca. Un cambio de propietario en la RKO trajo nuevos jefes juramentados en mi contra. Pronto perdí los últimos vestigios del control sobre Soberbia y mis amigos en casa cayeron en pánico. ¿Quién podría acusarlos por ello? Incluso si yo hubiese estado allí, me habría visto obligado a un compromiso sobre la edición, pero hubiera sido mío y no el fruto de comités confundidos y a veces medio histéricos. Si hubiese estado allí en persona, hubiera encontrado mis propias soluciones y salvado la película de forma que pudiera llevar el sello de mi esfuerzo.
El asunto es que la tragedia de América del Sur no terminó con la mutilación de Soberbia por la RKO. No, me costó más de los dos años que pasé haciendo la película. Me costó muchas, muchas otras películas que no llegué a hacer nunca; y muchos años en los cuales ni siquiera pude trabajar en absoluto.
A los nuevos hombres que llegaron al poder en la RKO les fue demasiado fácil hacer que aquel gigantesco documental sin guión en América del Sur pareciera una loca pérdida de dinero. Favorecía sus intereses el hacerlo así. Se puso en marcha una campaña implacable, y para cuando yo regresé a Estados Unidos, en los hombres de la industria se había fijado mi imagen como la de un derrochador caprichoso e inestable. Naturalmente, tú ya sabes todo eso, pero la documentación te sorprenderá. Difícilmente podría exagerarse la extensión de esa campaña y su virulencia.
Cuando me marché de Hollywood lo peor que se podía decir de mí era que yo era un tipo especial de artista. A mi regreso yo era una especie de lunático. No hubo otra historia que se contara de modo más incontrolado y brutal… Se creían hasta las más estúpidas invenciones. La opinión más amistosa fue ésta: “Cierto, tiene talento, pero no puedes fiarte de él. Tira el dinero a su alrededor a manos llenas, como un demente. Y cuando se cansa abandona sin más. Es un irresponsable”.
Así se estableció una leyenda que se afianzó sobre la firme roca del convencimiento popular. Al poco tiempo era tan extensa y con apariencia tan real que la gente no pudo ver la realidad, oscurecida precisamente por esa leyenda. A nadie le importaban los hechos; la ficción era mucho más divertida.
Yo he llevado esa leyenda sobre mis hombros durante más de un cuarto de siglo. Solo últimamente por primera vez -y por razones no demasiado obvias- parece haber muerto de vejez. Yo, que ya soy tan viejo, siempre miré adelante en espera de poder usar los años que me queden para llevar a cabo las funciones, tan deseadas por mí, de realizador de películas.
Y entonces llegó ese libro… La crítica muy bien intencionada publicada en Newsweek parece ser lo que me ha costado la financiación de esta nueva película, The Other Side of the Wind. Cuando la gente que va a pone dinero en una película lee esas cosas en la primera revista de noticias del mundo, no se les puede reprochar que se lo vuelvan a pensar dos veces a la hora de jugarse su dinero en una película de Welles.
La leyenda vuelve a estar en marcha de nuevo, Peter, y no me queda otra elección salvo volver a buscar esos papeles secundarios en las películas de los otros.
Tú debes consultar testigos presenciales y Dick tiene los documentos. Cuando entres en este capítulo confío en que encontrarás los hechos ciertos en relación con este asunto y harás todo lo que sea honestamente posible para llevar a cabo un pequeño trabajo de desinfección…
En esta ocasión no se trata solo de poner las cosas en claro, es que, además, me gustaría volver a trabajar de nuevo…
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