FESTIFREAK 2019 (3): Las facultades | Eloísa Solaas (2019)
FESTIFREAK . FESTIVALESLA INQUIETUD POR EL SABER
por Rodrigo Buedieman
El acto de pensar no debería ser un hecho aislado asociado a un automatismo. Es un ejercicio intelectual para el que nuestra inmediatez no tiene tiempo. La dedicación para abordar una disciplina y el intento de obtener un conocimiento profundo debería ser la regla, y la excepción no debería existir. Tener una idea es una fiesta, dijo alguna vez un filósofo. Cada vez que aquello ocurre debería alegrarnos el día. La aparición de la opera prima Las facultades, sin lugar a dudas, debería ser motivo de celebración.
La premisa es sencilla y al mismo tiempo rigurosa. El antes, durante y después de la instancia de un examen final universitario. Diferentes alumnos de diferentes carreras desfilan frente a los profesores en la instancia decisiva de concluir una materia. La cámara siempre se guarda un excedente inestimable que hasta el más desconfiado pondría en suspenso su saber frente al registro de los gestos. La cámara no miente frente a la evidencia del desconocimiento. El nerviosismo de los rostros es causa y consecuencia de los sistema de evaluación, que quizás deberían ser revisados.
En algún momento de mi etapa universitaria, me crucé con un profesor que su sistema evaluativo era desconcertante. No tanto por novedoso o por situarse fuera de la norma, sino por su conjetura a que el alumno sea quien atraviese la etapa reflexiva en la evaluación. Uno de los exámenes era argumentar una pregunta en relación a los textos analizados, y la instancia final, defender la filmografía de un director elegido libremente con la totalidad de los textos estudiados a lo largo del año. Por alguna misteriosa razón, era el final que todos los alumnos postergaban hasta su última instancia. No era un final sencillo, pero de alguna manera sí lo era, solo se necesitaba dedicación. Se rendía en grupo una gran cantidad de horas, y cada uno debía entablar un diálogo con los otros directores propuestos por los diferentes alumnos. Por fortuna, todos habíamos hecho un riguroso trabajo y fue un gran aprendizaje. Una vez concluido el examen, el profesor nos agradeció por habernos tomado seriamente el trabajo y recuerdo que uso la palabra “plomo”, cada vez que recordaba que tenía que ir a ejercer su autoridad como profesor. Recuerdo aún más cuál era su disyuntiva: “¿vengo a tomar lo que enseñé?, o ¿vengo a tomar lo que aprendieron?”. Finalmente, terminaba aprobando a todos (o a casi todos), aquel que no demostraba el mínimo interés, no quería volver a verlo al año siguiente.
La madurez con la que avanza el relato es admirable, Eloísa Solaas evidencia la incertidumbre circunstancial del lugar asignado al lenguaje. Fuera de él, no somos nada, y sin él, estamos condenados a la imposibilidad del conocimiento.
Hay dos momentos memorables, ambas escenas están marcadas por la presencia del estudiante de un penal. Un diálogo con otro par en la misma condición, y la explicación de su posible tesis universitaria: el lenguaje es inclusión y exclusión al mismo tiempo.
Las facultades es realmente una maravilla que debe ser vista, y pone de manifiesto las posibilidades que despliega el cine argentino.
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