El Seductor | Sofia Coppola (2017)
CRÍTICASVENUSTIDAD
por Rodrigo Sebastián
The Beguiled
Sofia Coppola
USA, 2017, 95 minutos
Por regla general Sofia Coppola ha hecho un cine de chicas. Ya en su primer cortometraje, Lick the Star (1998), filmó a unas estudiantes de colegio secundario. Incluso en películas que tienen a hombres como protagonistas o que tratan sobre relaciones -filiales o de pareja-, como Somewhere (2010) y Lost in Translation (2003), los papeles y actuaciones de las jóvenes coprotagonistas son entrañables. Luego están los grupos de adolescentes bellísimas que se mueven en los diferentes mundos propuestos por la filmografía de la cineasta -el sórdido y peligroso de las chicas malas de The Bling Ring (2013); el de la clase media norteamericana que oprime a las trágicas ninfas de The Virgin Suicides (1999)-.
Sofia Coppola se encuentra a gusto entre bellezas: Scarlet Johansson, Kirsten Dunst, Elle Fanning, Emma Watson (el incesante desfile de modelos en Somewhere tematiza esta situación como humorada; mientras que el cameo de Dunst en The Bling Ring funciona como un guiño autorreferencial). Pertenece en este sentido a una casta de directores, no únicamente a causa de su nombre. Sus films son un renovado avatar de una de las corrientes centrales del cine (mainstream). Pasando por Hollywood, el carácter de sus afinidades electivas puede remontarse a la obra del director D. W. Griffith y la actriz Lillian Gish. Se trata de un cine de stars.
The Beguiled (2017) pone en escena a un grupo de mujeres: además de las niñas, están la nínfula Alicia (Elle Fanning), la joven profesora Edwina Morrow (Kirsten Dunst) y la fuerte y madura directora del seminario Martha Farnsworth (Nicole Kidman). La belleza canónica de las tres, al igual que la diferencia generacional, son los sutiles resortes de la historia narrada.
Durante la Guerra de Secesión en Virginia (Estados Unidos, 1864), el cabo John McBurney (mercenario contratado por el ejército yanqui), malherido y escondido en el bosque, es encontrado por Amy, una niña que busca setas más allá de los límites del Seminario Farnsworth para señoritas, en donde vive junto a algunas estudiantes, una profesora y la directora de la institución. La niña lleva al soldado a la casa en donde sus anfitrionas se apiadan de él y lo refugian de la prisión o la muerte que le esperarían si cayera en manos del bando enemigo. El apuesto cabo es un avezado seductor que pronto cautiva con su encanto a todas las mujeres de la casa. ¿Cómo es representada la venustidad de ellas y su deseo por el hombre que las seduce?
En el momento mismo en que el soldado llega a las puertas del Seminario, se vislumbran los rasgos de la personalidad de cada una de estas mujeres, anticipando, a la manera de un relato clásico, su comportamiento. Elle Fanning -que ya había encarnado una belleza soberana en The Neon Demon (Nicholas Winding Refn, 2016)- aparece como en un sueño: Alicia, bella como una diosa, aunque precoz (son ineludibles las resonancias de Lolita), es la única que el soldado puede ver en primer plano (en una subjetiva justificada narrativamente). Kirsten Dunst, representada como una joven timorata, no sabe bien cómo actuar en tal situación. Por su parte, Nicole Kidman, si bien se pregunta qué hacer, resuelve rápidamente, y de manera razonable, llevar al cabo dentro de la casa y curar sus heridas.
La presencia del cabo McBurney (Colin Farrell) es un soplo de aire fresco en el ambiente de esa casa asediada por la guerra y en las vidas detenidas de esas mujeres. Mientras Martha y Edwina, se debaten embelesadas entre furtivas miradas, suspiros y sonrisas escondidas, refrenan su ardiente deseo por el hombre, la ninfa, más audaz, toma la iniciativa y besa al cabo (según ella: “Hay algo más en el mundo además de las lecciones”).
Aunque esta película es una adaptación de la novela homónima (Thomas Cullinan, 1966), se conecta profundamente con The Virgin Suicides, al punto que repite como parodia ciertas escenas: en ambas películas se le exige a Kirsten Dunst que se cubra los hombros, que revelaba con hermosura durante la cena. En el film de 1999 es la madre quien reprime el comportamiento de Lux Lisbon; en la última es la directora Martha Farnsworth quien observa con disimulada reprobación la costumbre de ciudad de Edwina. Asimismo, en la relación entre estas dos películas aparece de manera irónica el tema de las generaciones de bellezas en el cine de Coppola: de Kirsten Dunst (la actriz con la que la cineasta más trabajo) a Elle Fanning. Las escenas del primer beso entre las jóvenes y los seductores en sendas películas son variaciones: Lux besa a Trip Fontaine cuando sale a escondidas de su casa, adonde debe volver antes de la ronda en la que sus padres controlan que las hermanas estén acostadas; por su parte, Alicia se excusa, mientras las mujeres del seminario rezan, y entra sigilosa en la habitación del soldado para besarlo, luego vuelve y se reincorpora a la oración grupal.
The Beguiled tiene varios personajes y Coppola filma muy bien los conjuntos humanos (y los paisajes; algo que aparece como novedad en este film). La composición visual de alguno de sus encuadres se asemeja en su perfección a ciertas imágenes de Ingmar Bergman. Sin embargo, es gracias al montaje de planos cercanos que fulgura la belleza de sus protagonistas. Es el momento en el que Martha Farnsworth casi besa al soldado. Pero tomemos como ejemplo la escena en la que Edwina se prepara amorosamente para pasar su primera noche con el cabo (luego de que este le pidiera subir a su habitación). La joven que, a diferencia de Alicia, siempre lleva el pelo recogido de manera conservadora, se suelta el cabello y es entonces cuando advertimos en su verdadero esplendor su belleza delicada e inigualable.
Esta versión de The Beguiled es más sobria que la película de Don Siegel (1971). De hecho, el equilibro formal del film de Coppola privilegia la historia de seducción, lo que es enfatizado por la belleza de sus protagonistas. La guerra, la esclavitud y el trabajo quedan fuera de campo (puesto que esta adaptación se interesa por la fábula en detrimento de la Historia). El film traslada sin diferencias algunos diálogos que también aparecían en la primera película (seguramente extraídos de la novela), pero vuelve a contar la anécdota con gran libertad: numerosos elementos escabrosos y hasta escatológicos son suprimidos. Así pierde en crueldad lo que gana en hondura, humor e inteligencia.
Una vez más, Sofia Coppola prefiere dirigir su cámara hacia las bellas mujeres que filma y representa, encendiendo de esa forma la pantalla.
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