CICLO PERSONAJES (2): LINYERAS
CICLOSCROTEAR COMO PRÁCTICA DE LA LIBERTAD
por Rodrigo Buedieman
Lo seductor de un ciclo es muchas veces su propuesta de generar conexiones entre películas o directores en que sus sistemas parecieran estar muy alejados en sus formas y en el tiempo. Pensarlas a partir de un denominador común puede resultar ser un problema en tanto las películas en cuestión obedezcan a un esquema que tenga como fin ser utilitario de otro saber; pero en tanto y en cuanto proponga el cuestionamiento del propio saber, unir vínculos de objetos aparentemente disímiles puede generar nuevos interrogantes que propicien pensar nuevos modelos de conducta.
Se intentará pensar las películas que componen este ciclo desde el concepto propuesto: Linyeras en tanto personajes representados en el cine.
El linyera es una palabra propia de nuestro lunfardo. Proviene del dialecto italiano que designaba a un gran pañuelo con quien los “linyeras” solían envolver sus pocas pertenencias básicas y así llevarlas cargadas mediante un palo o bastón que sostenían haciendo palanca sobre alguno de sus hombros. Acepciones al igual que “Crotos” o “Cirujas” para designar a los “Vagabundos”, aquellos “inclinados a errar”. La palabra “croto” surge de una ley conocida como la Ley Crotto, promulgada por el senador radical José Camilo Crotto gracias a la cual los peones podían viajar gratis en los vagones de carga de la extensa red ferroviaria argentina para trasladarse a las diferentes localidades donde presumían poder hallar trabajo en el campo. Los guardianes y la policía ferroviaria solían llamar a estos trabajadores “vos viajas gratis por Crotto”.
Las películas que componen el ciclo “Grandes personajes del Cine Vol. 1: “Linyeras””:
POR METERSE A REDENTOR (Sullivan´s Travels, 1941)
Director: Preston Sturges
Un director de cine no quiere hacer más comedias, cree que su responsabilidad es contar el sufrimiento real de la humanidad. Para ello se hará pasar por un vagabundo y tratará de tener experiencias que le permitan vivenciar el ejercicio “real” de la pobreza, y así poder realizar su película. Al igual que en El emperador del norte, subirse a un tren a espaldas de las autoridades es el medio de transporte de aquellos que lo tienen negado, pero a diferencia de ésta, hay una parte de la sociedad que no mira al costado, aún, hay un resto de humanidad. Probablemente sin saberlo, Preston Sturges se convirtió en uno de los primeros autores, escribió y dirigió sus propias películas. Por meterse a redentor es una película profética y adelantada a su tiempo, una que debe ser revisada año a año. Lo que está en cuestión es cuál es el rol del cine (si es que debe tener uno) y cómo representar la realidad. Uno de los mayordomos del director manifiesta su desagrado respecto a su decisión de experimentar la pobreza, argumenta, los ricos enfocan la pobreza como una ausencia, como la falta de riqueza. La pobreza no es la falta de algo, sino la presencia de una plaga, donde la suciedad, el crimen, el vicio y la desesperación son algunos de sus síntomas. La película elige un camino, el de los maestros Lubistch y Capra (que de hecho son citados), pero eso no es lo importante, sino que por al menos un momento, el cine se suspenda y sus límites sean cuestionados. Una película vigente que muy temprano en su historia manifiesta la potencialidad del cine.
EL EMPERADOR DEL NORTE (Emperor of the North, 1973)
Director: Robert Aldrich
El comienzo de la película ratifica el destino de los vagabundos, seres olvidados que nadie reclama al costado de las vías. Literalmente, vemos a un hombre partido en dos luego de ser abatido por Shack, el brutal conductor del tren 19 interpretado por un soberbio e impiadoso Ernest Borgnine. Lo que se desarrollará a continuación será la restitución de un conjunto de seres relegados a un anonimato no deseado. La trama puede ser consideraba un tanto absurda si solo nos atenemos a su lineamiento principal: a modo personal, A NO. 1 (un genial Lee Marvin) intenta colarse en un tren y a llegar a destino sin ser capturado por Shack. Lo que asoma por debajo no es la rebeldía de A NO. 1 frente al sistema que lo excluye, ser un vagabundo puede que sea una consecuencia, pero eso no excluye desear y sentir, como se manifiesta sobre el final, a su pesar, se puede tener clase.
SIN TECHO NI LEY (Sans toit ni loi, 1985)
Director: Agnès Varda
La película comienza con un plano general donde corren los créditos. A lo lejos, un tractor en movimiento insinúa una zona rural. Un sugerente zoom revela a un hombre trabajando, quien unos instantes después encontrará muerta a Mona (Sandrine Bonnaire), la protagonista de la película. Luego será un flashback con los hechos que llevaron al deceso de Mona. La comparación con el comienzo de El emperador del Norte es inevitable. Si bien ambas películas proponen distintos sistemas de acercamiento a la figura del vagabundo, coinciden en que ser un vagabundo no solo es estar excluido de un sistema impositivo y un circuito económico, la exclusión presenta la muerta como posibilidad, una muerte inhumana y olvidada.
La película presenta al menos dos rasgos distintivos de la figura del vagabundo en relación a las dos películas precedentes. La primera es su movilidad. Ya no es el tren quien agrupa el desplazamiento errático de los vagabundos, lo que aparece aquí es la práctica del autostop, o como lo llamamos aquí “hacer dedo”. El traslado de Mona haciendo dedo permite la relación con otros personajes que se encuentran en una situación social/económica distina. Dicha relación propone un problema, la mirada de los otros sobre la decisión de Mona de vagabundear. Lo que lleva al segundo punto, vagabundear aparece como una práctica, como una elección consciente. Las causas de la decisión de Mona no están del todo claras, de hecho manifiesta su incomodidad frente a la mirada de los otros. Lo que sí importa, es que Varda se posiciona, no cuestiona su práctica, el vagabundeo de Mona cuestiona la ejercicio cotidiano de los otros, pero intuye que aún la sociedad no está preparada, por eso la condena.
¡QUE VIVAN LOS CROTOS! (1995)
Director: Ana Poliak
La inclusión de ¡Que vivan los crotos! como clausura del ciclo dedicado a linyeras, crotos, vagabundos, funciona a la perfección. La película sintetiza al menos las tres diferentes aproximaciones al vagabundo que contruyen Sturges, Aldrich y Varda. Y como toda buena síntesis, indirectamente propone un nuevo modelo. Al igual que Mona en Sin techo ni ley, José Americo “Bepo” Ghezzi también (sus palabras) crotea. Hermosa palabra. No es solo una decisión, no es errar por el mundo sin un objetivo claro, es observar un objeto, intentar ver un fenómeno y pensarlo, es crotear como práctica de la libertad. Bepo parecería decir que estamos en riesgo de dejar de pensar, y el acto político por excelencia es pensar.
Hay una escena formidable que construye en imágenes esta práctica. Bepo deambula por una casa donde trabajaba y vivía un amor fallido de su juventud. En off se escucha al propio Bepo, “yo vengo caminando, me paro, miro la ventana, voy, toco la canilla, y entonces digo…”, en ese momento Bepo se posiciona realmente frente a la canilla y dice “cuantos recuerdos me trae este lugar, un gran amor”, luego continúa la voz en off de Bepo “…y me quedo así, mirando, y después que hable ella, no te parece que es hermoso así?”. Corte a la mujer que relata su amor fallido con Bepo mientras en paralelo se reconstruye la escena de un Bepo joven junto a la misma canilla escuchando a ella por la ventana tocar el piano. Ana Poliak propone situar el desarrollo de la acción dentro de los límites entre documental y ficción, crotear merece pensar su transposición en imágenes, Poliak lo tiene claro, es una directora osada que uno desearía que filme más seguido.
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