CICLO GRANDES DIRECTORES (7): CARL TH. DREYER
CICLOS . GRANDES DIRECTORESEL DESEO DE PENSAR UNA VERDAD
por Rodrigo Buedieman
La obra de Carl Theodor Dreyer puede resumirse en una pequeña y escueta máxima que le pertenece: “La esencia más íntima del cine es una necesidad de verdad”. El postulado resulta una obviedad que puede ser trasladarlo a la filmografía de cualquiera de los grandes directores de la historia del cine o de cualquier creador de formas de otra disciplina en general. Sin embargo Dreyer presenta una importante salvedad, el deseo de una verdad no tendría por objeto la suplantación de un orden viejo por uno nuevo, es más bien sugerir que el espíritu humano presenta tantas potenciales verdades como se proponga. La capacidad de pensar y sentir no debe ser sujeta a una imposición superior.
Las películas que componen el ciclo “Carl Th. Dreyer”:
LA PASIÓN DE JUANA DE ARCO (La passion de Jeanne d’Arc, 1928)
La película El amo de la casa (1925) de gran éxito en Francia le permitió a Dreyer realizar esta película a partir de un encargo de la “Société Genérale des Films”, la condición era llevar a una heroína nacional a la gran pantalla.
Aún no es el director minucioso del control de la madurez. Probablemente haya estado influenciado por el ánimo temprano de la historia del cine, como la gesticulación y el encierro del expresionismo alemán. Sin embargo los temas que le importará desarrollar a lo largo de su filmografía ya están presentes. Juana de Arco será la excusa para intentar describir una vida interior, intentar una abstracción que permita poner en juego los límites del naturalismo. Dreyer encuentra en el rostro humano de una mujer la capacidad de exploración a la que puede llegar una imagen que se enfrenta a una estructura de poder como la religiosa. No se trata solamente de la potencia visual, sino del surgimiento de una imagen espiritual.
VAMPYR (1932)
Si habría que demostrar el porque el cine es un dispositivo que ha construido sus propias reglas, Vampyr puede tomarse a modo ejemplificativo de cómo salda la cuestión a una edad muy temprana. A poco más de treinta años del nacimiento del cine, la película demuestra la potencia de la unión entre dos imágenes. Puede discutirse la ayuda de intertítulos para que el relato avance, el texto escrito no es tanto un complemento de la imagen sino que intenta aclarar la trama, por momentos confusa. De todos modos, lo que Dreyer logra construir es un espacio que solo puede ser concebido dentro del propio cine, y por lo tanto es nuestra mente quien se encarga de concebir coordenadas espacio-temporales que fuera de la pantalla no existen, estrictamente un espacio cinematográfico.
DÍAS DE IRA (Dies irae, 1943)
Si bien es la película siguiente que Dreyer realizó luego de Vampyr, en el medio hubo hueco de once años con la excepción de un cortometraje dedicado a la mujer llamado Buenas Madres (1942). Puede pensarse a Días de ira como la consumación de las dos películas precedentes del ciclo. La herejía y el rol de la mujer presentes en La pasión de Juana de Arco, y la rigurosidad de la puesta en escena para dar cuenta de un estado en Vampyr.
Dreyer entiende que para narrar un sistema de creencias que es puesto en suspenso se necesita que la cámara acompañe el movimiento del tiempo interno a la escena. El descubrimiento del amor y el deseo de la mujer en tiempos de imposición le sirven a Dreyer para conjeturar que cuando un conjunto comportamientos disputan un estado de normas que se asumen como única verdad, los hombres, antes de actuar, deben discutir su propio paradigma y ejercer la compasión.
GERTRUD (1964)
Es improbable saber que camino hubiese continuado la filmografía de Dreyer. Los últimos años de su vida los pasó buscando financiación para proyectos que han quedado truncos. El más conocido es su deseo de llevar a la pantalla la vida de Jesús. De todas maneras, Gertrud (última película realizada por el director) puede pensarse como su legado. No como testamento de sus ideas a la posteridad, sino como la culminación de todas sus preocupaciones representadas en la emancipación de la mujer. Dreyer propone un giro en relación al deseo de Gertrud (la protagonista de la película), no es la realización de algo o la atracción hacia un otro, sino la posibilidad del surgimiento de un estado nuevo en los seres humanos que no siempre puede ser explicado.
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