LIBROS DE CINE (3): ADIÓS AL CINE, BIENVENIDA CINEFILIA | JONATHAN ROSENBAUM
LIBROS DE CINEUNA PUERTA CERRADA QUE SOLO NOS PERMITA CONJETURAR
por Rodrigo Buedieman
Adiós al cine, bienvenida cinefilia
Jonathan Rosenbaum
Editorial Monte Hermoso, 575 páginas
1.- Adiós al cine
El intento de pensar nuestras prácticas a través del cine conlleva exponer un estado del mundo. El análisis puede o no ser correcto, será el lector quién lo juzgue, pero sin lugar a dudas es un camino que debe ser recorrido.
Un simple y rápido visionado del índice puede resultar engañoso. La primera impresión es la de otra compilación azarosa sobre un gran crítico de cine, donde prácticamente la totalidad de sus textos son muy buenos y presentan ideas, pero la relación entre las notas es inexistente; el libro como cuerpo de análisis fílmico no funciona. Cuando empieza la lectura, a medida que avanza capítulo a capítulo, muy pronto se abandona el prejuicio, nada más alejado. La estructura no solo es un orden, posicionarse en torno a una tradición literaria en una coyuntura precisa es, en primera instancia, una proyecto ambicioso que corre el riesgo de no perdurar en el tiempo, y además, una ética.
En un seminario que hace algunos años circulaba por youtube, el crítico australiano Adrian Martin argumentaba un cambio en la filmografía de Quentin Tarantino a partir del atentado a las Torres Gemelas en el año 2001. El derrotero de sed de venganza que comienza con Kill Bill (2003/2004) y continúa con el acribillamiento de Hitler en Bastardos sin gloria (2009) es más que evidente. El crítico concluía su intervención con la pregunta ¿puede el cine (y Hollywood) reescribir la Historia?, claro que sí, se respondía, pero es evidente que ni Hollywood (ni Tarantino) tienen idea (a clue) de cómo hacerlo.
La pregunta sería ¿Qué relación tiene la preocupación de Martin con Jonathan Rosenbaum?. La venganza está claro que no, sin embargo, el atentado produjo un cambio en la sociedad norteamericana que va a ser difícil que subsane su relación con otros pueblos en el corto plazo. Tarantino y Rosenbaum no comparten el posicionamiento de sus mirada frente a los hechos, pero sus abordajes presentan más similitudes de las que parecieran a simple vista.
Gran parte de los textos que conforman el libro fueron escritos en plena era Bush, y los que no, fueron revisados o corregidos dentro de ese período. En las diferentes secciones en las que está dividido el libro, el fantasma-Bush interviene como precisamente eso, un fantasma, que aparece y desaparece dando por sentado que por más que se escriba sobre una retrospectiva de Pedro Costa, una película de Rossellini filmada en la India o contextualizar la saga El Padrino, el mal hay que tenerlo presente. En este contexto, la inclusión de la nota “Revisitando El Padrino” (pág. 403) no es en absoluto inocente, ya que la complacencia ante la rigurosa organización de la violencia implica una resignación y el surgimiento de figuras como George W. Bush.
El libro se editó por primera vez en el año 2010, lo que es de suponer que la lectura de algunos textos unos pocos años después resulten un tanto anacrónicos como consecuencia (al menos en apariencia) de la era Obama (2009-2017). Sin embargo el ascenso de Trump (2017-) resignifica a los propios textos sin proponerse predecir y entablar una relación con el futuro. De hecho se puede decir que deberían ser reescritos y ampliados. Ya no se trata de una intervención militar y del rumbo que toma un país ante la puja de intereses económicos, el resurgimiento apasionado de cuestiones que deberían estar saldadas hace mucho tiempo, como la xenofobia o el racismo, proponen un escenario más preocupante.
El fabuloso capítulo (que puede pasar desapercibido) “Cine emboscado” (pág. 83), donde se enumeran las películas favoritas de los presidentes Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Carter, Clinton y Bush, refleja la intranquilidad que la producción del cine de su país le produce a Rosenbaum, y fue premonitorio del odio resurgido en la era Trump. La sistematización por parte de la industria de un tortura vendible, “aún cuando sea cuestionable desde un punto de vista tanto ético como práctico”. El gran fuera de campo de este capítulo es la problemática película de Kathryn Bigelow “La noche más oscura” (2012), donde se recrea la captura de Osama bin Landen. Hecho celebrado en la era Obama al ritmo del “we got him”, solo faltaba una banda en vivo con bombos y platillos. De haber realizado la nota luego del estreno de la película, sin lugar a dudas hubiese sido incluida. La “retórica de la guerra” (pág. 301).
2.- Bienvenida cinefilia
En el año 2010 asistí a un seminario de unos pocos días durante el mes de julio en la ciudad de Córdoba. No recuerdo con exactitud si viajé desde la ciudad de La Plata porque tenía el cumpleaños de un amigo y de pasada podía anotarme en el seminario, o si la primera opción era el viaje en auto con amigos con la excusa de emborracharse y celebrar el aniversario de un año más de un cordobés, y así, aprovechaba presenciar el seminario. Probablemente, no, casi con seguridad fue la segunda opción, pero me gusta pensar que pudo haber sido la primera, una idea más romántica con espíritu cinéfilo. El mismo espíritu que aquel domingo del 2005 que junto a otro amigo nos tomamos el micro a las diez de la mañana en dirección La Plata-Buenos Aires para ver una versión mutilada de La Religiosa de Rivette en la sala Lugones. Anna Karina saltaba entre fotogramas como una monja asustada. Poco importaba, realmente nada. Era la única oportunidad de poder ver la película, y además en pantalla grande. O también la posibilidad (con el mismo amigo) de aprovechar una promoción de una famosa cadena de videoclubs del momento que alquilaba treinta películas por mes (se retiraba una por día) a un precio seguramente ridículo. Eran tiempos de transición. Nos turnábamos para alquilar el dvd, copiarlo, devolverlo y poder retirar el correspondiente al día siguiente; previo a haber el hecho el listado de los retiros del mes. Un espíritu organizativo y de comunión. Se prestaban, se hacían circular, se revisaban varias veces, se discutían y muchas veces nos juntábamos a visionar las películas en largas noches. Una hermosa época en que uno encuentra pares que se hacen amigos y la cinefilia empieza a convertirse en una forma de relacionarse en sociedad, de encontrar sentido y habitar el mundo; la cinefilia como objeto de saber. Con orgullo y alegría puedo decir que el mismo espíritu se mantiene con los mismos amigos y muchos más que uno ha ido teniendo la suerte (o destino) de conocer, solo que hoy circulan usuarios y contraseñas de sitios webs, links de mega y archivos torrent, y un poco (no tanto) de streaming.
El seminario al que asistí en la ciudad de Córdoba lo dictaba Jonathan Rosenbaum y tenía el título de “Adiós al cine, bienvenida cinefilia”.
Pasaron casi diez años, y son cosas puntales las que recuerdo. Que la mañana de la segunda jornada tenía un gran dolor de cabeza gracias al cumpleaños de la noche anterior. La oposición de Rosenbaum a que una materia dedicada al cine se enseñe en los colegios secundarios. La versión corta de su defensa a “Los caballeros las prefieren rubias” (1953), “la versión larga la pueden leer en el blog”. El pasaje de un fragmento de “Pistol Opera” (2001) y otro de Cronenberg con pistola en boca dentro un baño. Que Argentina era el país con más lectores en su sitio web. Y el anuncio de un libro que estaba a punto de publicarse en su país, razón por la cual el seminario se titulaba de esa manera.
Yo ya había leído la edición chilena de su libro “Las guerras del cine” (previo a haber a desistido por pereza a la versión en inglés), con el sugerente acompañamiento “cómo Hollywood y los medios conspiran para limitar las películas que podemos ver”. Entendía que su título resumía todo lo que estaba bien. Era realmente difícil acercarse a otro tipo de cine. Unos pocos años después pude acercarme al libro dedicado a Kiarostami y al genial “Mutaciones del cine contemporáneo”, donde ciertas preocupaciones con respecto a transiciones que el cine estaba experimentando ya se discutían y pensaban de manera rigurosa.
Que su libro de próxima aparición llevase la palabra “cinefilia” en el título me producía felicidad y fundamentalmente esperanza. Era imposible que todo esté perdido. El adiós al cine no es necesariamente el abandono de una práctica, la cinefilia como resistencia puede resurgir de las cenizas a un ser que ya no habite en este mundo. De alguna manera, el libro trata de eso, y gracias a esta joven y prometedora editorial podemos corroborar su vigencia. Jonathan Rosenbaum derrumba una grotesca e increíble instaurada idea que argumenta que si dentro de una película no hay mal y pecado, no es digno de ser llamado cine. Quienes nos consideran imberbes por ejercer la cinefilia como una práctica, les digo que la ingenuidad impúber puede también provenir de su vereda pulcra, limpia y barrida. No es posible una teoría del cine sin las películas. Si tener paperas o sarampión de por vida es el costo a pagar, bienvenido (cinefília) sea. El cine puede ser otra cosa, y textos como éste demuestra que efectivamente el cine es, puede y debe, además, ser otra cosa.
3.- Los signos de una actividad entusiasta, industriosa y descuidada
El libro se divide en cuatro partes: “Tomas de posición”, “Actores, actores-escritores-directores, cineastas”, “Películas” y “Crítica”.
La primera parte define el lineamiento del libro, y el primer capítulo propone reconfigurar la pregunta baziniana ¿qué es el cine? y el surgimiento de la cinefilia como una necesidad.
El segundo capítulo es realmente una “toma de posición”. Es un capítulo corto, de una página y media que condensa la totalidad de lo que vendrá a continuación. Luego de proponer desde donde se va a posicionar para empezar a narrar (Bazin), viene a continuación lo más importante, cuál va a ser su mirada. El “spoiler” es producto de una construcción de mercado. De hecho es una palabra en inglés que no tiene su equivalente en español. El cine como industria tiene intereses económicos, eso es evidente, pero nada tiene que ver con el análisis cinematográfico. Dice asi: “El concepto de spoiler privilegia en su totalidad la trama sobre el estilo y la forma, supone que en el público todos piensan de esa manera y da a entender que la gente no debería considerar las cosas de otro modo. También privilegia la ficción sobre la no ficción” (pág. 35). El texto lleva por nombre “En defensa de los spoilers”, nada que agregar.
El capítulo que le sigue mantiene la misma lógica, pequeños instrumentos que pasan desapercibidos y perpetúan el cine como mercado. El concepto de la versión del director (también conocido como Director´s Cut) consiste de manera efectiva en vender dos veces el mismo producto al mismo cliente. Es concluyente: “La idea de que alguna versión podría ser incorrecta pertenece a la historia y la estética, no a los negocios” (pág. 54).
El último capítulo de la primera parte es central en varios sentidos, pero fundamentalmente en la capacidad de Rosenbaum como crítico-historiador (o historiador-crítico), logrando reunir a dos directores radicalmente disímiles en sus formas y alejados en el tiempo. Lleva por nombre “De Playtime a The World: la expansión y el agotamiento del espacio dentro de las economías globales” (pág. 109). La construcción arquitectónica futurista (Playtime) y el parque temático con reproducciones a escala reducida de monumentos famosos (The World), son claros ejemplos de cómo la apropiación de ciertos espacios públicos dan cuenta de una forma (política) del posible rumbo que el mundo pareciera tomar. La ironía presente en Tati difiere del rumbo despiadado en Jia Zhangke. Películas posteriores de Jia como “Naturaleza Muerta” o “Lejos de ella”, o el festejo de la elección de Beijing como sede de los Juegos Olímpicos en “Placeres Desconocidos”, son preocupaciones explícitas de la pérdida de un rumbo. La misma pérdida y preocupación que el crítico tiene por su país.
La segunda y tercera parte del libro se la puede definir como una prolongación de lo propuesto en la primer parte, pero puesto en práctica en la obra (actores, cineastas) y las películas.
En su rol de historiador, es una buena guía para repensar y volver a visionar ciertas películas, como también descubrir cineastas desconocidos (Sara Driver o Ritwik Ghatak), al menos por mí.
Claro que ciertos aspectos de análisis (en tanto historiador) resultan defasados leídos hoy, como por ejemplo la necesidad de un reproductor dvd multizona en “Redescubriendo a Chales Chaplin” (pág. 143). Sin embargo, el capítulo dedicado al famoso “toque Lubistch” y la posibilidad de pensar un “toque Wilder” (pág. 182), pone en evidencia la necesidad de seguir pensando el pasado en pos de actualizar el presente ante ciertos tópicos del capitalismo tardío y la continua obsesión de representar (no solo por Hollywood) la sofisticación cosmopolita de los europeos continentales.
La cuarta parte, en conjunto con la primera, son las que considero más interesantes. Quizás ésta última, dedicada a la “Crítica”, por su tono personal ligado al largo ejercicio de la profesión, resulte particularmente atractiva. El apasionado capítulo dedicado a su admirada Susan Sontag (pág. 423) en quien buscaba aprobación es un claro ejemplo.
La primer nota es realmente llamativa, y no por su aseveración (con la que muchos nos podemos identificar) de sentir que “vivo más en internet que en Chicago”, sino porque de alguna manera ubica a la crítica argentina en un lugar que le corresponde. Esa idea de querer pertenecer o de no ser “canon”, siempre ha sido un problema conceptual que no le ha permitido al cine argentino desarrollarse de la manera que se merece. Si “Más allá del olvido” (1956) se hubiese filmado en Hollywood, es probable que el destino de la película y el de Hugo del Carril hubiese sido otro. Argentina no es ni será causante de un conjunto de normas que determinan la actividad del cine en el mundo. De hecho, no debería serlo. Una imposición nunca puede ser algo bueno, el pitching festivalero en la obtención de fondos lo demuestra.
La nota termina con la sorpresa de Rosenbaum al enterarse de que en un cineclub creado por el crítico argentino Roger Alan Koza en la ciudad de Córdoba, recibía un público entre setecientas y ochocientas personas en la proyección de una película como La casa es negra (1962) de Forough Farrokhzad. Solo alguien que ha nacido en un país con sentido colonizador puede llegar a sorprenderse ante un hecho como este. Sin embargo, Rosenbaum da justo en el necesario rumbo para que se produzca el acontecimiento: “una vez que cambia el paradigma de una sola base geográfica, puede transformarse toda clase de cosas” (pág. 422). Argentina es una país cinéfilo, la cantidad de libros de cine que se editan por año es más que una prueba, y la crítica argentina debe hacerse cargo de que si bien (quizás) no podamos adjudicarle una “tradición”, sí presenta una historia única y personal que muchos países europeos lejos están de tenerla. Sí, “todo se torna posible”, pero “incluida la existencia de un grupo considerable de espectadores en Córdoba”, esto ya es un hecho.
Lo que sigue a continuación es un recorrido de la crítica (fundamentalmente) norteamericana. Contemporáneos o precedente, Farber, Sarris, Kael, Hoberman. De lo que se trata es mostrar cuáles son nuestras opciones como espectadores de cine. Rosenbaum lo simplifica muy bien: “no es cuánto cambiaron las cosas para siempre debido a un libro llamado The American Cinema, porque en última instancia en la crítica no existe el “para siempre”. La cuestión es cuánto están cambiando todavía debido a él, porque, con “para siempre” o sin “para siempre”, las ondas pueden extenderse durante siglos” (pág 494).
4.- La puerta abierta
En el capítulo titulado “Cine del futuro: naturalezas muertas. Las películas de Pedro Costa” (pág. 310), Rosenbaum cita al propio Costa en una conferencia en Tokio: “Tenemos que aprender que una puerta es para entrar y para salir. Creo que hoy, en el cine, cuando abrimos una puerta es siempre bastante falsa, porque le dice al espectador: “Entre a esta película y va a estar bien, va a pasarla bien”, y en definitiva lo que vemos en este tipo de películas no es otra cosa que a nosotros mismos, una proyección de nosotros mismos” (pág 313).
Me atrevo a decir que el ambicioso proyecto de Rosenbaum es, a través de la “poesía cinematográfica” (pág. 393), el intento de suspensión de nuestra propia proyección (Costa), desmontando la ideología del espectáculo (Tati), para mantener viva la cultura (Cozarinsky).
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