DAVID LYNCH (1): Inland Empire (2006)
CRÍTICASUn paraíso para todas las chicas muertas
por Mariana Petriella
Inland Empire
David Lynch
Francia/Polonia/USA, 2006, 180 minutos
“He terminado con el cine como formato. Para mí el cine ha muerto” ha declarado Lynch luego de realizar Inland Empire. Desde ese momento, sus últimos trabajos conocidos adoptan otras formas: cortometrajes para publicidades (Lady Blue Shanghai, de 2010, donde reaparecen los misterios de la rosa azul, fundiéndose con su personalísimo estilo noir), su más reciente What did Jack do? de 2019, participaciones con otros artistas en videoclips (el perturbador Fire is coming, junto a Flyng Lotus, también de 2019). La increíble -y superadora de toda expectativa- tercera temporada de Twin Peaks: The return (2017).
¿Cómo se construyen las posibles vías de acceso a la vasta obra de un artista como David Lynch? ¿Es válido, o quizás sería más preciso preguntarse si es justo, buscar explicaciones para sus obras? Lo dudo. Pero es lo habitual y lo que la mayoría de las veces suscita críticas y discusiones sobre varias de ellas. La necesidad de entender y el consecuente afán de dar una explicación inteligible se vuelven moneda corriente al referirse a Mullholland Drive, Lost Highway, la monumental Twin Peaks, o muchos de sus trabajos. Tener que aclarar lo que pasa, unir una cosa con otra, poder decir qué significa esto o aquello. Parece ser algo importante por lo que hay que esforzarse. Inclusive se le ha preguntado muchas veces a él mismo si podría explicar sus films. Nunca estuvo entre sus intereses, ni ha intentado algo parecido a explicarse a sí mismo.
Por el contrario, David Lynch no suele hablar acerca de significados -más bien evita la reducción de su arte a ello- sino que recurre a la imagen del detective, alguien que ata los cabos y crea sus propios sentidos por medio de la intuición, para instarnos a indagar y ver con esa actitud los films: como si hiciéramos una pesquisa (los espectadores, claro, siempre somos detectives). Si pensamos en varios de sus personajes (Gordon Cole, a quien el mismo Lynch interpreta, Dale Cooper, Albert Rosenfield, “Hawk” siguiendo las pistas de Log Lady, o el joven e inexperto Jeffrey Beaumont junto a Sandy Williams en Blue Velvet), si pensamos en esta fascinación por los detectives que buscan incansablemente indicios, pistas y algunas buenas respuestas, la metáfora cobra aún más valor.
También se refiere a sus obras como rompecabezas. Con frecuencia ha comentado la manera en que las escenas aparecen sorpresivamente, como si encontrara las fichas sueltas de un todo mayor, al que a partir de ese momento tiende a aproximarse. Sería viable, entonces, teniendo en cuenta estas -sus- imágenes y basándonos en nuestras propias experiencias al ver sus películas, descubrir la sensualidad de su poética, en lugar de pretender la explicación de una narrativa evidentemente alterada, difusa, o a veces, inexistente.
Sería más justo, tal vez, acercarse a su obra desde nuestro discernimiento interior e intuitivo para asociar y construir libremente significados personales, que serán siempre los más valiosos. Libres de todo precepto y del orden convencional -tanto de los hechos como de los relatos-. No olvidemos que la lógica de los sueños es preciosa en el universo de Lynch. Haría falta también, recobrar la sencillez. Ya mucho se ha retorcido la recepción de su obra. Sería bueno poder identificar y reconocer en ese mapa distorsionado que es lynchland el mundo cercano allí representado, entendido siempre como un lugar extraño.
A partir de estos criterios quisiera compartir una reflexión en torno a Inland Empire, su última película realizada para el cine.
A woman in trouble.
En el libro Catching the Big Fish: Meditation, Consciousness and Creativity (“Atrapando al gran pez: meditación, conciencia y creatividad”) le dedica algunas páginas, cuenta allí el proceso de creación desde la primera escena, un monólogo que escribió para Laura Dern (quien interpreta a Nikki Grace, la protagonista) cómo eligió el título y sobre todo hace hincapié en la búsqueda para conformar un “campo unificado” con las cosas que se le presentaban como lejanas entre sí, muy diversas, inconexas, pero que siempre percibía como partes de un todo. Ese todo es, en efecto, una obra total, extrema, desmesurada.
Trata sobre una mujer en problemas. Así refiere Lynch, de manera sencilla y llana su asunto principal. Principalmente la película nos sumerge en la pesadilla de Nikki. Eso es lo que unifica la complejidad y densidad de elementos: se trata de un viaje por su propio sueño deforme, que se extiende a su casa, su trabajo, su matrimonio, la relación con su amante, su huida, que resulta aterradora, interminable, imposible. Una mujer, cuya psiquis se fragmenta y se transporta a mujeres de otras secuencias de la trama, también envueltas en problemas. Graves problemas. Porque Nikki está en peligro, la persigue una amenaza constante, en todas partes. En la casa o en la calle. Siente pánico. Se cruza con un conjunto de mujeres, varias prostitutas ¿amigas, aliadas en su desgracia, ángeles guardianes? ¿O enloquecidas también, son apariciones que riéndose hasta lo grotesco le llevan el augurio de su cercano final? ¿Las proyecta su mente o son parte del mundo real, donde abundan las chicas y mujeres castigadas, amenazadas y atrapadas en una red infinita de peligros múltiples? Las dudas van en aumento. Nada puede explicarse. Y eso no importa.
Los paralelos trazados entre el estado alucinado de Nikki (o Sue? el personaje que ella interpreta en el film dentro del film, alternando experiencias como si fuera su doble) y el mundo real, inmediato son bastante sugerentes como para situarnos dentro del tema esencial de Inland Empire. Que es la violencia contra las mujeres. Sin dudas, tema recurrente y predominante en la obra de Lynch aunque, curiosamente, se lo haya criticado por practicar en sus películas ejercicios de ego desprendidos de la realidad, casi siempre inentendibles. No se puede dejar de subrayar este punto. Twin Peaks, Fire walk with me, Lost higway, el reciente What did Jack do? parten de feminicidios como hechos centrales que disparan sus tramas. ¿No es eso parte de la más patética y descomunal realidad?
Fallaríamos si no fuésemos capaces de ver –o sentir, con la sencillez que induce la empatía- que Inland Empire se ocupa de esto radicalmente. De una mujer en un mundo tan violento, despiadado y cruel para ella como una de las peores pesadillas imaginables, que la lleva a la fragmentación de una experiencia que en todas sus facetas es desgraciada y a la que finalmente, no sobrevive. Se consagra a la locura o la muerte. Podría ser la historia de muchísimas mujeres que aterradas, viven entre la violencia y el horror que pueblan todo ámbito posible, todas las relaciones.
What will make me live?
What will make me love?
Tell me.
“¿Qué me hará querer vivir? ¿Qué me hará querer amar? Dime. Dime.” son los versos finales de Polish Poem, que entona Chrysta Bell cuando Nikki parece haber llegado al final del recorrido de su infierno dantesco y ya solo busca la absolución, arribar a ese otro lugar evocado en el principio del poema, lejano todavía, del que apenas le llega un resplandor, el brillo de las olas. (On the other side I see / Shining waves glowing / It’s far away far away from me.) Un paraíso promisorio, más allá de lo que le tocó de este lado del mundo. Es la tragedia de una antigua dama cautiva en un castillo gótico. En este caso no hay castillo, la maldición es el mundo entero que la oprime y del que no se puede escapar.
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