Sean Baker (1): Tangerine (2015)
CRÍTICASUn aire fresco en el boulevard de las estrellas
por Mariana Petriella
Tangerine
Sean Baker
USA, 2015, 88 minutos
– El mundo puede ser muy cruel.
– Si, es cruel. Dios me dio un pene. Eso es cruel, no crees?
Alexandra y Sin Dee Rella / Tangerine.
El cine de Sean Baker es fascinante por lo sanguíneo. Podemos imaginar cómo el cineasta se entrevera y circula por esos mundos filmados, los frecuenta e investiga con un método de exploración que recuerda al de un documentalista, hasta lograr un conocimiento intuitivo de ellos y, sobre todo, hasta profesarles una profunda admiración. Al igual que el crítico que se enamora en cierto modo de su objeto mientras lo observa, parece sacar lo mejor de esa zambullida y traducirlo a esa sensación de cierta intimidad, de estar muy cerca de los personajes en cada una de sus películas. Se siente casi como cuando un buen cuento -que para ser bueno, primero tuvo que cautivar con su sustancia al escritor- logra hechizar también a los lectores. El resultado es la capacidad de generar altos niveles de empatía y aperturas en el espectador, que se detiene y mira a esas criaturas, casi siempre al margen, como tal vez no lo había hecho nunca antes: la actriz porno en el caso de Starlet (2012) que interpreta Dree Hemingwuay, las fabulosas chicas de Tangerine (2015) cuya identidad transexual es real y no actuada (ellas no son actrices entrenadas y cabe aclarar que a menudo Sean Baker trabaja con elencos eclécticos, donde hay bastantes roles cubiertos por no profesionales o primerizos) o las inquietas homeless -madre e hija- en The Florida Project (2017). Son sus últimas películas, brillantes, entrañables, cada una a su manera.
“Soy un cisgénero, un tipo blanco de afuera de ese mundo, así que fui bastante cuidadoso de que la película no fuera concebida de manera negativa. Y creo que nuestra representación no es negativa, sino respetuosa y precisa. Tuvimos un proceso de investigación largo, en este proceso yo me aseguré de que Mya y Kiki pudieran aprobar o desaprobar el guion”, declaró el director refiriendo su modalidad para trabajar.
Tangerine es una comedia constantemente en propulsión. Su ritmo va marcado por el claqueteo sostenido de los tacos de Sin Dee Rella y su amiga, Alexandra, al andar incansablemente por las calles de Los Ángeles, escenario absoluto de todas las situaciones que integran la trama principal, y también la historia de Razmik, un taxista armenio que conduce sin respiro para juntar dinero y mantener a su familia. En su taxi cada pasajero trae esas otras situaciones tan citadinas, como si fueran microrrelatos, fugaces y muy sugerentes, que dejan pensando en todo eso que insinúan pero no vemos, porque no hay lugar para su narración. La maravilla es cómo se hilvanan todos estos elementos en ese impulso estrepitoso y constante de la acción, que no para nunca y se refleja en recorridos constantes de los personajes, hasta llegar al climax de la escena final en la tienda Donut Time (justo allí donde también comienza la película), situada en la crucial esquina de Santa Mónica y Highland, divisoria de Hollywood y West Hollywood, centro de referencia en la zona roja de la ciudad.
Además de ser tan vibrante como divertida –también es brutal- creo que es una película valiosa porque cada uno puede ver lo quiera ver en ella, es muy libre en este aspecto, y hay muchas puntos que pueden despertar el interés, la conciencia y la visibilidad de ciertas problemáticas muy relevantes en la actualidad como para quien desee interpelar (las representaciones de los roles del hombre y la mujer, la hipocresía y opresión derivadas del modelo tradicional de familia, el negocio de la prostitución, la explotación de mujeres dentro de ese mundo, la militancia de las minorías por acabar con la discriminación, las perversas y múltiples manifestaciones de la lógica patriarcal en la sociedad y la familia). No por ser una comedia, deja de generar un amplio espacio para pensar y cuestionar de todo. El cine como propuesta de entretenimiento, en este caso lejos de ser evasivo, es un medio inteligente para ocuparse de diversas cuestiones, para enfocarlas con mayor nitidez y efectividad. Al menos creo que así lo propone la atrayente perspectiva de Baker, donde el humor resulta un recurso óptimo.
¡Feliz Navidad de mierda!
Un día de ritmo enloquecido aglutina las experiencias de varios personajes, es la celebración de navidad. Sin Dee sale de la cárcel luego de haber permanecido allí un tiempo corto y se encuentra con su amiga en la tienda a comer la única dona que puede pagar. No tiene dinero, pero eso no importa. Solamente importa la amistad entre ellas, se apoyan, se quieren, se cuidan mutuamente. Entre las cosas que Alexandra le cuenta como resumen de lo sucedido durante su ausencia forzosa, se filtra que Chester, el novio estuvo con otra chica cuyo nombre empieza con D. pero no podría precisarlo. Y es blanca. Sin Dee se escandaliza ¡¿Y tiene vagina de verdad?! Remarca esta cualidad porque ellas son chicas trans. Y negras. Y prostitutas (nigro y bitch son adjetivos que se repiten casi en toda frase dicha, el slang es muy atractivo y por momentos hay que seguirlo con mucha atención para no perderse, por ejemplo Kitana Kiki Rodríguez, quien interpreta a Sin Dee, lo usa de manera muy especial, su modo de hablar es sello total de identidad para su personaje)
Retratos.
Sin Dee tiene el aspecto magnético de una rea, usa unos ultra mini short que luce a bragueta abierta, con botas y medias de fantasía, la camisa toda desprendida, atada con un nudo que deja entrever el corpiño negro debajo. La melena rubia, espesa y rebajada contrasta con el color de la piel y el tono del rush rojo/anaranjado. Sus ojos, tan pequeños como indescifrables, parecen sacar chispas como el estridente tono que usa al hablar. Todo en ella obliga a la atención. “Sabes que no consumo calmantes, sino estimulantes” responde mofándose a una diller (a la que interroga acerca del paradero de su novio) cuando le ofrece algo para fumar. Lleva una mochila blanca que jamás se quitará. “No drama, no drama” promete a los gritos para lograr que Alexandra la acompañe ¡por favor! a aclarar sus asuntos con su nueva enemiga, de la cual no sabe ni su nombre. Inspira locura por donde se la mire.
Alexandra, en cambio, de aire tranquilo en sus ropas más discretas, una remera de mangas amplias y un jean bien ajustado que estiliza su figura. Aros, collar y un brazalete dorado con la forma de un león melenudo son los accesorios que definen su estilo más bien chic. Un pelo perfectamente alisado y negro, las tonadas leves de maquillaje sobre los párpados suavizan las pronunciadas líneas de las cejas, que enmarcan su mirada penetrante y sincera. Sus elegantes ademanes son pura gracia atractiva. Su imagen prolija y arreglada hasta el último detalle sugiere el carácter de alguien que no anda metiéndose en líos, sino que los esquiva. Su deseo es trabajar como artista, se mantiene expectante por cantar esa noche en un show nocturno que dará en un bar, en su primera actuación en un escenario. Acompaña a Sin Dee hasta dónde puede porque es su amiga fiel.
Razmik, de carácter taciturno, maneja todo el día un taxi y eso está impreso en sus inexpresivos gestos. Es padre de una niña pequeña, marido de una muy joven esposa también armenia que no sabe qué hacer de su vida más que jugar a la ama de casa. Es yerno de Ashke (arquetipo de la suegra entrometida y mandona, pendiente de los asuntos familiares que involucran a su pequeña descendencia). Cumple su tarea: llevar dinero a la familia. Eso lo convierte en jefe de la casa, como lo apunta su familia, y el mandato social-patriarcal. Mientras trabaja, se distrae a intervalos para satisfacer sus apetitos sexuales con Alexandra y Sin Dee, sus chicas preferidas. Es un tipo cuya sensibilidad está enterrada bajo metros de tierra y unas pocas veces aflora, cuando lo vemos involucrarse con algunas cosas de sus clientes del taxi.
También están Chester, el novio/proxeneta y Dinah, una trabajadora sexual bajo su supervisión. Ella es quien despierta la furia celosa de Sin Dee Rella, que la busca hasta encontrarla trabajando en un antro a plena luz del día y la lleva por toda la ciudad arrastrándola a la fuerza, como para propinarle un buen castigo antes de aclarar las cosas con Chester, a quien no ve desde que cayó en prisión.
En esa escena casi al final, donde se cruzan las historias, converge toda la tensión y todos los personajes, suceden las revelaciones y el problema se precipita sobre Chester, quien muy lejos de perder el control, dictamina que “esto es cosa de chicas” y admite que no solo estuvo con Dinah, sino también con Alexandra. Y se lava de culpa y cargo para que disputen entre todas. Por supuesto que ellas arreglarán las cosas a su manera, con una lógica de solidaridad que surge como algo natural, intrínseco. Eso, antes de quebrar la amistad. Solo resta ver el final y dejarse llevar por las emociones.
Retratos que pueden ser más o menos acordes a la realidad, más o menos arquetípicos o cercanos a la parodia, que también pueden resultar familiares, sí. Pero en el caso de Kitana Kiki Rodríguez y Mya Taylor (Sin Dee y Alexandra) se trata de chicas trans que representan a chicas trans. Y esto no es usual, sino que es una novedad, algo fuera de lo común que hay que celebrar. Porque en el cine la discriminación es tan real y meticulosa como en la vida y no parece haber lugar para alguien de esta comunidad tampoco en estos roles, ni en ningún otro. Lo más frecuente son actores o actrices capacitados para encarnar en ellos (varios ejemplos de personajes travestis interpretados por hombres encontraremos: como Dustin Hoffman / Tootsie, Jared Leto es Rayon en Dallas Buyers Club o Eddie Redmayne en La chica danesa, por decir solo algunos, son muchos en realidad).
Cuando le preguntan a Sean Baker si se le ocurrió hacer la película con actores o actrices profesionales, dijo que en todo momento pensó que esos personajes serían actuados por trans, era inconcebible de otra forma. Y las encontró allí, en su propio mundo delimitado como zona roja, sobra decir que cada ciudad tiene la suya. Los resultados son excepcionales, ambas actúan por primera vez en el cine en Tangerine, lo hacen sin que se note su inexperiencia y como tocadas con un don, le conceden gran parte de su gracia a la película.
“La diversidad en la TV y en el cine no sólo hace las cosas más interesantes, es vital para que la humanidad se mueva hacia la igualdad. Creo que la TV y el cine son extremadamente racistas, sexistas y clasistas en la manera en que retratan el mundo.” dice Sean Baker. Y esto significa TODAS las diferencias. Políticas y artísticas. Significa inclusión, reconocimiento y respeto hacia una comunidad que lucha por obtener derechos allí donde se les niegan sistemáticamente. Significa acompañar esa militancia. Significa también asumir una representación más auténtica. Un retrato sincero. Significa revitalizar de alguna manera ese ámbito del cine que debiera evolucionar y romper algunas de las barreras que lo paralizan.
Nunca se entiende mucho a una persona -ni tampoco sus luchas- hasta ponerse en sus propios zapatos. Y caminar con ellos.
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