FESTIFREAK 2020 (4): Las poetas visitan a Juana Bignozzi | Laura Citarella, Mercedes Halfon (2019)
FESTIFREAK . FESTIVALESUna forma de ganar la muerte
por Mariana Petriella
Las poetas visitan a Juana Bignozzi
Laura Citarella, Mercedes Halfon
Argentina, 2019, 90 minutos
“Los poetas al morir, si no se defienden, quedan en las
manos que siempre despreciaron.” Juana Bignozzi.
Muchas voces se cruzan en Las poetas visitan a Juana Bignozzi. Una película que trata fundamentalmente sobre esa confluencia entre voces, sobre los encuentros que se dan de varias formas: el documental con la ficción, las personas con los personajes, el cine con la poesía (y sus respectivos sistemas de trabajo). También trata sobre el encuentro con poetas, con las estudiosas del archivo literario como objeto vivo, dinámico, cuyo abordaje requiere múltiples miradas.
La voz de Mercedes Halfon -poeta, periodista, crítica y también amiga personal de la escritora- se encarga de hilvanar el relato (con un tono que por momentos es casi un susurro). Comienza narrando la tarea de desarmar la casa ni bien Bignozzi muere, a sus setenta y ocho años, en 2015. Esto implica de algún modo desarmar a la persona que ya no está. Y volver a armarla a la luz de sus cosas, que parecen aún contenerla de alguna manera, de los recuerdos, de sus poesías. Además, ha recibido la propiedad intelectual de su obra literaria, y el título de albacea (lo cual se presenta no solo como un legado, significa también un desafío para quien nunca antes se ha visto en la tarea de ordenar el material de trabajo que deja una vida entera dedicada a la escritura). Decide registrar todo el proceso de desmontar la casa y montar la obra. Para ello llama a las cineastas: se encuentra con Laura Citarella, directora, y con el equipo de rodaje. Así comienza esta visita al mundo íntimo de Juana Bignozzi y a su obra poética, guiada por el personaje casi detectivesco de la albacea, dispuesta a asumir un método que tiene algo de ciencia, algo de fe y, sobre todo, mucho sentimiento. Una devoción, tal vez. En estas manos, la obra y la poeta están a salvo.
“Somos un equipo de filmación
que sigue a una poeta joven,
que sigue a una poeta muerta,
cuyos poemas
ninguna de nosotras leyó” / Laura Citarella.
El registro polifónico es uno de los puntos fuertes porque vuelve dinámica a la película reuniendo a tantas personas que tienen algo interesante para aportar a una historia que siempre se desborda de su trama, tejida entre la vida y la muerte de Juana Bignozzi, la administración de las pertenencias entre sus amistades (lo material y lo simbólico: la casa, la obra), la tarea de una albacea novata y la de un grupo de rodaje ávido por captarlo todo en una filmación que es en principio escurridiza, resistente a definirse bajo una forma concreta. Una película que sale de las reglas estrictas del documental, de sus obligaciones, que persigue la superstición de la ficción para construir la narración. Por eso, sale también de la biografía como formato y contenido (de todas maneras se esboza comprimida en una secuencia breve donde se despliegan tanto fotografías como datos propiamente biográficos); es mucho más llevadera y amena que en su modo tradicional. Se trata de un acercamiento, una aproximación intuitiva por parte de un equipo heterogéneo a la figura de Juana Bignozzi en tanto persona (que deviene personaje) y poeta.
“La poesía sirve para juntar dos cosas que nunca se juntaron.” / Juana Bignozzi.
En el cine, eso sería el montaje. En el film se escucha su música, se ven sus discos (joyas como Juanita Reina y Shostakovich o Barbra Streisand suenan en varias escenas), también sus libros o sus prendas, sus objetos, cientos de fotos de todo tipo, pasaportes, cartas, láminas de arte, poemas manuscritos en hojas o libretas, notas, postales, miles de papeles se escuchan anécdotas o una grabación donde su voz irrumpe arrolladora, con la potencia de un manifiesto. Un breve retrato enunciado por Mercedes Halfon, intercalado entre estos materiales, parece más sincero y contundente a los fines de la descripción o caracterización que a veces pretende una biografía al explayarse: Juana era irónica, peleadora, mala y muchas veces estaba enojada. También su departamento en el centro de Buenos Aires, situado entre locales de peluches y santerías y algunas de sus pertenencias (desde una copiosa colección de elefantes, hasta ropas excéntricas que sus amigos jamás la vieron usar, anillos y chucherías) se registran en imágenes ensambladas generando un modo muy elocuente de describir su semblanza.
Entonces, como si no hubiera sido planificado (o esa sensación se tiene al ver la película) aparece algo que resulta de la unión entre la mirada delimitada por la intención de registrar (cuyo objetivo es el archivo literario) y una mirada cinematográfica más amplia (que apunta a obtener una ficción). Esa combinación -que no existía previamente al encuentro de las directoras- comienza a ser algo. Aparece la película. La poesía, que es un hecho de lenguaje puramente textual (sobre su naturaleza verbal no puede haber discusión) ingresa al mundo cinematográfico planteando varios interrogantes esenciales. Su naturaleza díscola irrumpe y hace mella en formas, estructuras y métodos de representación. La filmación por momentos se percibe como una quimera. La poesía no se deja filmar. No es lo que imaginamos.
“Me hablan de escenas. Yo de documentos. Les hablo de archivos y ellas me hablan de una película”/ Mercedes Halfon
Si la idea original era registrar el archivo, creo que en el proceso de realización (y gracias a la consustanciación de todas las personas involucradas en el rodaje con ese corpus textual que es la poesía de Juana) se llegó más allá. A medida que avanza, la película abarca no solo archivo y figura de Bignozzi, a la joven poeta /albacea y sus quehaceres, también incluye al hacer propiamente cinematográfico como tema e imagen: en muchas escenas vemos al cine dentro del cine, el trabajo desplegado en pleno proceso, además el equipo de rodaje se vuelve un interesante personaje más, dotado de una caracterización y de un espíritu propio. Si al principio se tiende al registro, hacia el final predomina la intención reflexiva. Esa doble vertiente es representada (incluso dicha) de diversas formas. Mercedes habla de registro. Nosotras hablamos de ficción.
Una escena para otra película.
A lo largo de las siete partes que articulan una cosa y otra de principio a fin, aparecen algunas respuestas para quien quiera atraparlas, para quien las necesite, otras cuestiones quedarán indefectiblemente abiertas (el final en fade out sugiere que la película podría seguir o bien volver a empezar y contarlo todo de otra forma). Es como si la persona, su archivo, los poemas, es decir todo ese material que podría haber sido abordado con la forma más intacta del documental, hubiera fluido ante las directoras y esa fluidez es lo que les permitió cierta expansión a una película tal y como la que vemos.
Así, esta visita a Juana Bignozzi sale de lugares comunes, ofrece varias lecturas, varios puntos de vista de unas cuantas personas, formando capas en su entramado a través de un montaje que fagocita de manera muy audaz una amplia gama de elementos, sin prejuicios ni inhibiciones.
¿Se puede filmar la poesía? ¿Cómo se debería filmar un poema? ¿Los poemas son de alguien? ¿A quién le pertenecen? ¿La poesía de Juana, de quién es?
Cuando uno lee un poema con su propia voz y tono pasa algo. Se apropia de ese poema. Lo vuelve suyo. Por eso, la posibilidad que da la película al ofrecer varias lecturas de distintos poemas a cargo de diferentes personas, poetas y no, de todo el equipo de rodaje, incluso de Juana Bignozzi leyéndose a sí misma y, finalmente, al presentar algunos poemas impresos directamente en la pantalla, permitiendo al espectador / lector realizar su propia versión de lectura es más que interesante. Es sustanciosa, en la medida en que rompe barreras, tanto de la representación como de los lenguajes, otorga libertades de apropiación de esa literatura que se está filmando y compartiendo. Mejor dicho, dando. Son momentos dichosos, emotivos, potentes. Esa es una entrega total a la que apuesta el film. Dar la poesía. Si entendemos a la poesía como algo que se puede dar y que se puede compartir gracias al hecho cinematográfico, que cede sus espacios: partiendo de la instancia del lenguaje verbal y del texto como soporte, hasta sobrepasar esos límites de la palabra y el texto: en la escena final el poema toma la pantalla, la abarca por completo hasta el desvanecimiento, hasta el silencio. Y si entendemos que la poesía puede ser algo colectivo.
¿Esta película le habría gustado a Juana?
“Lo más importante para salvar un archivo de escritor es que haya alguien que conozca y, me permito decir, que ame la obra de ese escritor… Mal de archivo quiere decir que no quede huella, ni el recuerdo de la huella de la autora, es como una especie de maldición: es que nadie se acuerde que existió Juana Bignozzi”. Graciela Goldchluk es profesora de Filología hispánica y encargada de trabajar con el inmenso archivo de Manul Puig (uno de los más completos que se conservan de escritores argentinos).
Según esta explicación, se podría decir que esa sombra terrible del mal de archivo no se transformará en maldición para Juana Bignozzi. Quien vea esta película y no la haya leído aún, querrá salir lo más rápido posible a conseguirse unos cuantos poemas suyos.
* *
(Para la redacción de esta nota usé algunas citas que pertenecen a textos enunciados por las diferentes voces que pueblan la película. En algunos casos, el juego estilístico de contaminación entre ellas es tan rico que, aunque aguzando el oído podría distinguirse quién dice qué cosa, no tendría sentido alguno para mí hacerlo. Por eso, aquellas citas que se consignan en letras cursivas no se acompañan de su fuente precisa de enunciación. Resta al lector, si así lo deseara, la tarea de averiguarlo. Si fuera atento, quizás descubra, incluso, que algunas no están escritas tal como se las ha pronunciado. En ese caso, podrá concederme la licencia que viene al caso.)
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Muy bueno, me encanto esta película gracias por sus comentarios