El decálogo | Krzysztof Kieslowski (1989)
CRÍTICASPARA UN MUNDO SIN FE
por Mariana Petriella
Dekalog
Krzysztof Kieslowski
Polonia/Alemania Oeste, 1989, 572 minutos
La figura de Krzysztof Kieslowski emerge como una de las más importantes entre los egresados de la Escuela de Cine de Lódz (junto a Roman Polanski, Andrzej Wajda o Krzysztof Zanussi). Luego de una larga trayectoria realizando cine en su país, iniciada en los años sesenta (De la ciudad de Lódz, de 1969 es su proyecto de graduación y su primer trabajo profesional), con etapas de preferencia por el género documental -consecuentes con su intención de describir el mundo y adquirir con esa práctica una identidad- y otras volcado hacia la ficción, plasmada en varias películas a lo largo de los años setenta (Paz y tranquilidad, El amateur, 1976/7) su obra se proyecta al mundo: La doble vida de Verónica (1991) y Tres colores (1993/4), la trilogía compuesta por los largometrajes Bleu, Blanc y Rouge suponen la apertura a rodajes fuera de Polonia. Son obras excelsas, celebradas en todo el mundo.
Algunos años antes, en medio de cambios y convulsiones en Polonia, al suprimirse la ley marcial (1982) que había dejado estéril a la industria cinematográfica, Kieslowski desarrolla un interés creciente por enfocarse en las personas y sus problemáticas subjetivas. La observación minuciosa del rico mundo interior que puede ofrecer un personaje ocupa ahora el centro de su atención, mientras que la realidad externa pasa a ser un trasfondo para esos conflictos.
A este momento pertenece Sin fin (1984) película que, si bien refiere el contexto del régimen comunista polaco en decadencia, prefigura una incomparable sensibilidad para explorar y representar mundos internos: una mujer viuda toma verdadera conciencia de cuánto ama a su esposo luego de que él muere y comienza a aparecer como un fantasma, mientras ella intenta asumir el vacío que provoca su ausencia. Es un drama que captura la fibra más íntima de una mujer desahuciada en varios niveles de su experiencia (luego volverá y explayará el punto de vista femenino en el personaje de Veronique/Weronika para La doble vida de Verónica y también a través de las mujeres protagonistas de la trilogía).
No matarás y Una película de amor (1988) -en sus versiones de largometrajes- obtienen el reconocimiento internacional. Durante este período, se perfila en sus creaciones la consumación expresada en la trilogía.
El decálogo
“Tienen la extraña habilidad de dramatizar las ideas en lugar de hablar sobre ellas.” (Stanley Kubrick sobre Kieslowski y Piesiewicz).
El caos reina en Polonia a mediados de la década de los ochenta. Reina en todas partes. Parece haber en el mundo un denominador común de tensión, desesperanza, temor. Es la atmósfera previa a la caída del muro de Berlín (1989) y a los cambios de gran envergadura que se darían progresivamente en todo el mundo durante los años noventa. Una bisagra en el tránsito del siglo XX al XXI. Una época donde mutan los parámetros existentes en distintos niveles de la vida social e individual, donde se modifica el pulso interior de cada ser.
En este contexto surgen los diez telefilms dramáticos basados en los mandamientos cristianos. La idea fundamental es de su amigo -y coguionista en varias de sus películas- Krzysztof Piesiewicz, (él es quien propone también utilizar los principios de libertad, igualdad y fraternidad como pilares narrativos para cada film de la trilogía de los colores). En el origen del proyecto, los capítulos serían escritos por ambos y entregados a Telewisja Polska (la compañía pública de televisión de Polonia) para que fueran dirigidos por distintos directores jóvenes. Pero luego Kieslowski tomaría la decisión de hacerlo él mismo en lugar de ceder la tarea. Sus intereses, evidentemente, coincidían con el espíritu de El decálogo. Puntualmente, cuestionar una de las bases de la ética en el mundo occidental y cristiano contemporáneo, revisar su funcionamiento dentro de la sociedad en transición y problematizar su significado. ¿Existe realmente algún centro de referencia que pueda guiar las acciones de las personas cuando todo se resquebraja alrededor?
Kieslowski representa los conflictos de varios personajes que viven en un complejo de monoblocks en la periferia de Varsovia, cuya necesidad es aclarar diversos dilemas vitales y encontrar cierta integridad emocional ante las complejas circunstancias que les presenta la vida. Pero esto es una búsqueda inconclusa en casi todos los casos. No es su estilo presentar soluciones, sino más bien compartir sus dudas acerca de muchas cuestiones. No hay respuestas, o al menos no se encuentran en sus películas ¿Qué está bien y qué está mal? ¿Cuál es la salida más conveniente ante una situación compleja? ¿En qué consiste la integridad personal? ¿Qué es mentira y dónde habita la verdad?
El eco de estas preguntas resuena en todos los episodios, y les da un carácter meditabundo que llega a tomar dimensiones filosóficas. Atrás quedan las inquietudes urgentes por la política (que es parte importante y predomina en su obra, pero que ya no sirve para resolver estas cuestiones esencialmente humanas, fundamentales para la vida en cualquier tipo de sociedad, sea su régimen capitalista o comunista). Los personajes están inmersos en una búsqueda existencial: giran en torno al hecho de hallar una salida. Mientras esto sucede sus vidas pasan también, en muchos casos de manera solitaria, superficial, se les escurre de las manos.
Cada capítulo es independiente: algunos personajes a veces se cruzan de manera casual en el espacio común de los edificios, pero no hay conexiones significativas a través de la trama. Cada uno establece su historia propia.
Dos ex amantes pasan su última noche juntos en vísperas de navidad, aunque Janusz deba engañar a su familia para ello. Una mujer se embaraza de su amante mientras su marido agoniza en un hospital ¿debería hacerse un aborto o dar lugar al nacimiento? Anka es una adolescente y ante un descubrimiento inesperado desafía el tabú del incesto en la relación con su padrastro. Tomek espía a Magda, su vecina, se enamora de ella sin tener en cuenta los infortunios de un posible desengaño amoroso. Elzbieta investiga el destino de los judíos sobrevivientes de la guerra para reconstruir su propia historia y recuperar un poco de fe en la humanidad, mientras busca a sus entregadores para increpar su acción. Román descubre que es impotente y no podrá satisfacer los deseos de su esposa, a quien anima a encontrarse un amante.
Sus tramas pasan por el aborto, el adulterio, el asesinato, la mentira, el robo y la traición, la herejía. Por lo general, no se presentan de un modo sencillo, con un estilo narrativo lineal, sino que hay que ir descubriendo el acontecer y los conflictos. Teniendo en cuenta que se hicieron para un público televisivo, esta cuestión podría ser entendida según una creencia de Kieslowski: entre una película hecha para la televisión y una hecha para el cine en realidad no hay muchas diferencias. Trata a ambos espectadores con la misma seriedad, los coloca en un mismo nivel. Sostiene que la TV es idiota y vacua cuando -y porque- los editores piensan que la gente es idiota. Es por eso que el propósito de pensar para cuestionarlo todo predomina en estos mediometrajes, en lugar de los principios comunes de distracción o entretenimiento que caracterizan a los productos televisivos y en este caso quedan al margen. No ocurre esto con el elemento lúdico, que es algo muy vivo y frecuente en su cine. Algo valioso. Por ejemplo, el episodio X es una comedia oscura acerca del reencuentro de dos hermanos y sus peripecias para reunirse con la valiosa herencia que deja su padre. Pero en general, las situaciones que quedan libradas al juego, al azar, o incluso a condiciones absurdas son una característica bastante peculiar de sus películas. Funcionan como un buen contraste, logrando cierto equilibrio con el dispositivo dramático que despliegan sus ideas.
No matarás es, tal vez, donde más se extrema este recurso. Es una película sobre la violencia. Matar es su expresión máxima y en el film suceden dos muertes, dos asesinatos. Uno, sin causas aparentes, otro perpetrado en nombre de la ley, amparado en la pena de muerte. Las escenas correspondientes a estos crímenes –que imprimen alto dramatismo y una violencia desesperante de tan natural- se alternan con muchas otras situaciones tratadas de forma lúdica. Vemos a Jacek (uno de los tres personajes principales) deambular por las calles de Varsovia en varias situaciones que asume como juegos, donde aflora su humor ácido. Lo mismo ocurre con el taxista al que Jacek asesina: un hombre capaz de divertirse de múltiples formas en su jornada de trabajo antes de encontrar su destino trágico. Kieslowski puede manejar los extremos de manera excepcional, mientras ejerce una aguda crítica de la violencia y expresa la oposición a la pena capital (cuando todavía se aplicaba en Polonia y ni siquiera se abrían debates sobre el tema) encarnadas en la figura de un joven y recién graduado abogado, que intenta ingresar al mundo de la justicia, al que no accede fácilmente por medio de las leyes.
A su vez, la perspectiva cinematográfica prevalece también a nivel de los aspectos visuales. Kieslowski ha comentado que su mejor idea fue trabajar con un director de fotografía diferente para cada episodio. Esto generó gran libertad en la variación de técnicas, la ligera diferencia en las maneras de narrar cada historia, así se manifiesta la consonancia esencial existente en el guión: distintos fotógrafos con diferentes experiencias, enfoques y estilos lograron capturar la esencia de cada film; y aunque todos fueron trabajados conservando esas diferencias, todos se parecen y se complementan en el conjunto. Como en un juego de correspondencias. Las poéticas confluyen y dotan al decálogo de un halo único. (En No matarás se utilizaron filtros de cámara especialmente hechos para el film, para diferenciar primeros planos, de planos medios y cortos, uno diferente para filmar el cielo, otro para los interiores, lo cual le da una identidad absoluta, profusa en imágenes simbólicas y de una belleza intransferible a las palabras).
Zbigniew Preisner parece apuntar a algo similar con la música, planteada en relación con la función dramática dentro de una película. Como si pudiera producir un significado de lo que no se ha dicho aún: generar sentido con una melodía y algunos instrumentos, estableciendo un ambiente, describiendo lo que no se ve ni se dice en la pantalla. Sucede así en los episodios del decálogo.
Cuando se le ha preguntado acerca de sus intenciones al realizar esta obra de gran magnitud, Kieslowski ha dicho: “Quería describir el mundo polaco, un mundo que es bastante terrible y aburrido, un mundo donde la gente no tiene compasión, un mundo donde todos se odian entre todos, un mundo donde no se ayuda, sino que se estorba. Un mundo de gente que vive sola. Me parece que la gente está muy sola en general, sin importar dónde viva.”
Probablemente esta inquietud lo ha llevado a descubrir en su país un microcosmos donde se replican los vicios y problemas universales de una época. Sin dudas, excedió los límites de Polonia y lo que representó fue mucho más allá del mundo polaco y sus contingencias. Lo hizo con las herramientas del artista, del poeta y del filósofo, emparentando su obra con la de los más grandes cineastas.
En el discurso cristiano la esperanza es imposible si no se tiene fe. La crisis de finales del siglo XX derribó los ideales de la democracia, el progreso, la paz, la fraternidad. Kieslowski propone una perspectiva que intenta comprender a la vapuleada humanidad en ese preciso momento de transición hacia un mundo sin fe. Pero en el que tal vez puedan reinventarse y perdurar la amistad, la comprensión y la solidaridad entre las personas. ¿Será este mundo posible? Los personajes que atraviesan El decálogo oscilan en ese devenir. Buscan, asumiendo la postura moral de la desesperación, un nuevo rumbo que los oriente hacia la libertad.
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